Esparducer Manzano
El estilo de apego que desarrollamos condiciona nuestra visión y sentir del mundo
Parece un mito y de tan gastado como está parece que haya perdido su significado el dicho: "cada persona es un mundo" pero realmente, en el cognitivismo-constructivismo (la corriente de la psicología científica de referencia en Psicòlegs Esparducer Manzano) es uno de los pilares sobre los que se sustenta nuestra comprensión de las personas y sus procesos.
Los seres humanos no somos una "tábula rasa", no venimos al mundo con la mente en blanco. Cuando nacemos nuestro sistema nervioso lleva un primer andamiaje (determinado por los genes) preparado para empezar a construir poco a poco las estructuras de conocimiento y emocionales que nos permitirán adaptarnos al mundo paulatinamente cuando el bebé entre en contacto con el mundo. La construcción no es todavía funcional porque no permite al ser humano vivir de manera mínimamente autónoma, está en desarrollo y poniendo las bases, y estará en desarrollo toda la vida, aunque nunca a un ritmo de construcción como el de la infancia y adolescencia.
Y qué aprendemos toda la vida? pues damos significado a todo aquello que nos pasa a todos los niveles. El ser humano es el "dador de significado" de la naturaleza por excelencia: desde un virus que nos invade que es reconocido como un agente dañino hasta el reconocimiento de un animal con cuerpo blando, ojos antenosos y concha como caracol, el ser humano invierte mucho tiempo y esfuerzo en dar significado a aquello que percibe porque nos ayuda a adaptarnos al mundo en el que vivimos y a sobrevivir en él: a partir del significado actuamos en el presente preveyendo el futuro. Este mecanismo de "dar significado-actuación en el presente en base a una predicción basada en la experiencia" es altamente adaptativo: en el caso de una enfermedad, nuestro cuerpo detecta un cuerpo extraño en su interior (da significado) y reacciona neutralizándolo mediante el sistema inmunológico porque prevee que puede ser un agente infeccioso que amenace su vida. Este proceso se repite en todas las esferas de la vida.
Los primeros aprendizajes sociales del niño tienen un interés especial porque son los primeros significados sobre los que se asentará toda la construcción de su personalidad. El bebé humano es totalmente dependiente de sus cuidadores y su supervivencia depende de ellos, por lo que los primeros significados que procese estarán muy relacionados con las figuras de protección. Si el bebé recibe cuidados amorosos y se siente seguro y amado, las relaciones que establezca con las personas durante la vida muy probablemente serán funcionales y nutritivas (si es que no se produce un adebacle) en lo que los psicólogos denominamos apego seguro (Bowlby) pero si no es adecuadamente cuidado y amado, el niño seguramente presentará problemas de relación y emocionales que pondrán en compromiso su adaptación al mundo y su relación con los demás: las figuras de protección y cuidado (normalmente los padres), cuando son incompetentes o maltratadores, vulneran la ley natural según la cual han de proteger y cuidar al niño, dando lugar a los distintos apegos inseguros que se pueden desarrollar. El niño aprende y sufre este contrasentido pero no es crítico porque este aprendizaje es muy inicial y no hay otros aprendizajes para contrastarlo, por lo que formará parte de estructuras muy nucleares emocionales que afectarán a su relación con los demás: formará parte de las "gafas" con las que vea y sienta su propia vida. Desgraciadamente, las conductas negligentes de los padres pasan de generación en generación y es muy probable que ese niño haga lo mismo con sus hijos que le hicieron a él sus propios padres, perpetuando la cadena de abusos y/o negligencias con sus problemas emocionales asociados.
Sin embargo hay una ventana para la esperanza: todos conocemos personas que, habiendo recibido malos tratos, abusos y/o negligencia en los cuidados durante la infancia son progenitores competentes y amorosos. Eso sucede cuando la persona ha hecho un proceso personal más o menos elaborado en el que ha podido acceder de alguna manera a esos aprendizajes emocionales nucleares (que no es fácil) y los ha podido comprender e integrar, en un proceso complejo y a veces muy doloroso. Este trabajo puede haber sido de múltiples maneras y en diferentes momentos de la vida: desde lo más íntimo y solitario, pasando por la confluencia con otras personas durante su vida que desconfirmen esa creencia nuclear dañina, hasta un proceso psicoterapéutico con un profesional competente. Y es que la capacidad del ser humano para reconstruir sus estructuras de significado es muy importante pero pasa por hacer revisión de uno mismo, de su vida y/o de la familia, lo que puede ser muy duro y difícil.
Esta es una de las tareas que más a menudo traen implícitas los pacientes: los psicoterapeutas detectamos en sus pautas de relación con nosotros y con los demás estas profundas heridas. El trabajo con los pacientes es siempre cooperativo y puede discurrir de dos maneras: desde las implicaciones del estilo de apego en el presente (emocionales, de relación con los demás y con nosotros) en un trabajo de comprensión del problema, de sus repercusiones y de desenmascaramiento del origen, hasta su abordaje desde el inicio del proceso terapéutico. Que se haga de una manera u otra depende de muchos factores.
